Cuando solo quede el recuerdo de las palabras
No estoy enamorada de ti, pero aún así, fantaseo con nosotros dos. Pienso en el futuro constantemente y te imagino, junto a mí. Sueño. Ojalá. Pero no, no será así.
Hace dos meses que te conocí. Dos meses desde que no nos hemos vuelto a ver. Dos meses en los que nuestra voz se convirtió en suaves palabras que juntas tienen forma de mensajes. Mensajes que nos enviamos desde que amanece hasta la madrugada. Sabemos todo el uno del otro. Dónde estás, qué te preocupa hoy. La intimidad de esos mensajes llega a la noche, cuando todo está oscuro y todos están dormidos, las palabras nos unen, nos conectan. Hasta que alguno de los dos se da por rendido, y sin despedirse, cierra sus ojos, hasta la mañana siguiente, esperando en sus últimas palabras una respuesta, que llegará con la agraciada luz del amanecer.
Suena diferente, surrealista, este enamoramiento. No tengo la necesidad de verte para saber cómo es quererte. No tengo la necesidad de tocarte para saber cómo es abrazarte. Pero sí tengo la necesidad de escucharte.
Me imagino tu voz, lo poco que queda de ella en mi mente. Un recuerdo borroso en forma de onda, que espero que nunca se me olvide. No nos veremos más. Y algún día todos estos mensajes serán borrados. Tú ya los has eliminado. Yo aún no. Me dio pena enterarme de que lo has hecho. Se han evaporado. Espero que, al menos, nunca los borres del lugar más recóndito, la memoria.
Si lo pudiera decir en alto, lo diría con cariño. Y diría que te quiero y que aún no te he olvidado. No lo puedo hacer.

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